Comencé a sentir la opresión en el pecho y la angustia justo en el momento en que abrí la puerta.
Tras la carrera, jadeaba y encontraros fué un alivio, pero sentí miedo. Miedo de que me rechazarais por cómo soy, por mis actos.
Os acercasteis a mí felices de que todo hubiera acabado, dispuestos a abrazarme...
Y fué entonces cuando comenzó el dolor. Dos pares de brazos, dos caminos diferentes, dos formas de ver la vida...
El suave sonido del despertador me trajo de vuelta a la realidad de este viernes de locos.
Aturdida, me costó localizar el boton de apagado, y por un momento pensé en volver a dormir para conocer el final de la historia.
Pero recordé que mi realidad, mi mundo, es mucho mejor que todo lo que pueda crear mi mente caprichosa.
Porque sé lo que quiero, se qué es lo correcto.
Y sobre todo, sé que hay que vivir el presente, disfrutar cada olor, cada sabor, cada sensación... apreciar lo que tengo al lado sin preocuparme del pasado ni de lo que está por venir.
Porque lo pasado no volverá, y el futuro está muy lejos.
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