En el tren después de un fin de semana de ensueño camino a casa me encuentro sentada frente a una pareja en la que el chico observa su móvil con atención mientras ella no hace más que bostezar y pasear su mirada por el más que entretenido techo.
Entonces vinieron a sentarse en los asientos contiguos un par de jóvenes con tatuajes, piercings, rastas,ropa ultravieja y perro sin bozal. Yo me encontraba como de costumbre sacando mi nintendo DS y sus cascos para ponerme a jugar en el trayecto a fin de hacerlo más ameno, pero al ver a estos dos, dudé por miedo.
No obstante finalmente decidí obviarlos y seguir a lo mio.
Antes de encenderla siquiera, escuché: "¡Eh tio, mira! una DS!" y por el rabillo del ojo vi que me señalaban.
Se me subió el estómago a la garganta e ignoré esas palabras, pero no encendí la consola y me quedé escuchando lo que decian hasta que me preguntaron a qué jugaba. Le miré y contesté con evidentes nervios, y entonces...
Se pusieron a hablar los dos con pasión sobre cuando ellos jugaban, que siempre se pedían al mismo personaje, sus favoritos y lo mucho que reían jugando a cosas así, que lo echaban de menos y que jugar a videojuegos dice mucho de una persona, que la gente que juega no suele robar ni hacer fechorías...
En ese momento encendí mi consola y los dejé hablar más tranquilamente, y el viaje se desarrolló con calma hasta la siguiente estación... en la que el sonido de mi videojuego fue eclipsado por unos videos molestos de supuesto humor provenientes del teléfono del chico que tenía en frente,que no parecía conocer que existe un objeto llamado cascos que te permite escuchar lo que quieras sin molestar al de al lado,o en este caso,a medio vagón, y no pude disfrutar más de mis juegos.
Entonces me avergoncé más aún de haber prejuzgado como lo hice. Supuse por su aspecto que la pareja era gente normal cívicamente correcta y no supuse lo mismo de los dos chavales simplemente por su indumentaria, cuando en realidad quien me atormentó el viaje fue la persona "normal" que tenía delante y no esos dos chicos que simplemente hablaban de sus cosas sin molestar.
Muchas veces juzgamos de forma equivocada basándonos únicamente en la información que la vista nos proporciona, y la verdad que en casos como este me siento mal conmigo misma, porque no me gusta que conmigo hagan lo mismo y por tanto, no me gusta hacérselo a los demás. Sin embargo, la percepción de éstas personas como gente problemática está tan extendida y aceptada que no pude evitar pensar lo que pensé aunque fuera basándome en un estereotipo algo absurdo, ya que es demasiado generalizar...
lunes, 13 de agosto de 2012
lunes, 6 de agosto de 2012
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La semana pasada fueron las fiestas patronales de mi pueblo.
Las fiestas, con su recinto ferial, sus concursos, conciertos, botellones... y toros.
Subí en el autobús hacia mi casa a eso de las cinco de la tarde de un día de esta semana de festividades locales. La plaza de toros está situada a medio trayecto, y el autobús se llenó de fanáticos abuelos de esos que acuden cada día a disfrutar de ese noble arte tan contentos.
Acuden a ver cómo un señor engalanado cual payaso destroza lentamente a estocadas a un pobre animal hambriento, aturdido, mermado e intoxicado con leche de magnesio mientras una orquesta de molestas trompetas suena para que no se le oiga sufrir.
Y entonces yo me pregunto quién es el verdadero animal del ruedo.
Si matar animales públicamente es un arte entonces no entiendo por qué esos señores del autobús se escandalizan cuando otro señor mata a su perro con un bate de beísbol en un jardín o cuelga a su galgo más lento del arce más alto que encuentra porque ya no le sirve para ganar dinero.
¿Dónde está la diferencia?
Quizá sea que al perro se le oye chillar...
Las fiestas, con su recinto ferial, sus concursos, conciertos, botellones... y toros.
Subí en el autobús hacia mi casa a eso de las cinco de la tarde de un día de esta semana de festividades locales. La plaza de toros está situada a medio trayecto, y el autobús se llenó de fanáticos abuelos de esos que acuden cada día a disfrutar de ese noble arte tan contentos.
Acuden a ver cómo un señor engalanado cual payaso destroza lentamente a estocadas a un pobre animal hambriento, aturdido, mermado e intoxicado con leche de magnesio mientras una orquesta de molestas trompetas suena para que no se le oiga sufrir.
Y entonces yo me pregunto quién es el verdadero animal del ruedo.
Si matar animales públicamente es un arte entonces no entiendo por qué esos señores del autobús se escandalizan cuando otro señor mata a su perro con un bate de beísbol en un jardín o cuelga a su galgo más lento del arce más alto que encuentra porque ya no le sirve para ganar dinero.
¿Dónde está la diferencia?
Quizá sea que al perro se le oye chillar...
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