Pude ver a la princesa salir del bosque cuando el cielo se vio iluminado una vez más por un rayo de tormenta.
Estaba calada hasta los huesos, armada hasta los dientes y la determinación la rodeaba de la misma manera que lo hacía el aura ahora muerta que antaño fuera dorada.
Sus ojos se cruzaron con los mios un momento antes de que empezara a andar de nuevo hacia la torre y se metiera en ella sin hacer ningun esfuerzo por que no se la escuchara.
Aquella mirada fria congeló hasta la última fibra de mi ser.
Ella sabía que quien había osado hacer daño a su lobo, quien le arrojó a las llamas, se encontraba ahí dentro, y sabía que la estaba esperando y que no sería capaz de frenarla.
En cierto modo, porque ella murió el mismo día que el lobo lo hizo. Y la única razón que la mantenía con vida era llegar a ese destino y acabar con quien estuviera allí dentro.
Cada peldaño que subía la acercaba un poco más al reencuentro deseado, porque después de llevar a cabo su misión, se arrojaría al fuego para fundirse con las cenizas de él con las esperanza de que la guiaran en su búsqueda.
Abrió la puerta final y allí se encontraba, esperando pacientemente, quien había venido a buscar. La razón de aquel tedioso viaje.
Levantó no sin esfuerzo su espada...
miércoles, 20 de abril de 2011
martes, 12 de abril de 2011
Kanon
Navegando por la red he encontrado nuevas canciones de una artista japonesa que me gusta.
Me he puesto a escuchar y esa aguda voz se me ha vuelto a calar hasta los huesos.
He recordado entonces la época en que empecé a escucharla.
Fué en abril, hace un par de años.
Aquella primavera y posterior verano fueron claramente nefastos en muchos aspectos que no quiero recordar.
Sin embargo, las notas intentan llevarme a aquella época ya cerrada con una fuerza dificil de resistir y por un momento puedo verle sentado en mi cama, hablándome, mirándome a los ojos, cautivándome con esa fachada de dulces susurros que se derrumbó por su propio peso y arrastró todo a su paso.
Entonces me giro y veo el parpadeo naranja que una vez más me trae al presente resistiendo toda fuerza y alejando de mí todo aquello que no quiero que regrese nunca más...
Me he puesto a escuchar y esa aguda voz se me ha vuelto a calar hasta los huesos.
He recordado entonces la época en que empecé a escucharla.
Fué en abril, hace un par de años.
Aquella primavera y posterior verano fueron claramente nefastos en muchos aspectos que no quiero recordar.
Sin embargo, las notas intentan llevarme a aquella época ya cerrada con una fuerza dificil de resistir y por un momento puedo verle sentado en mi cama, hablándome, mirándome a los ojos, cautivándome con esa fachada de dulces susurros que se derrumbó por su propio peso y arrastró todo a su paso.
Entonces me giro y veo el parpadeo naranja que una vez más me trae al presente resistiendo toda fuerza y alejando de mí todo aquello que no quiero que regrese nunca más...
lunes, 11 de abril de 2011
(8)
Hace dos semanas, subí por ultima vez aquellas escaleras.
Mi violoncello a la espalda se balanceaba a cada paso, poco a poco, como deseando salir a sabiendas de que no volvería a hacerlo en una temporada.
Durante la clase, repasamos todo y pude ver claramente cuánto había progresado.
El tiempo jugó en mi contra y las dos horas volaron más rápido de lo habitual.
Recogí mi instrumento y me despedí de aquel que me ha enseñado todo lo que sé de este mundo tan fascinante.
Salí por donde había entrado, y sentí impulsos de volver y romper la hoja de baja.
Sentí impulsos de volver el lunes pasado también.
Porque desde entonces, poco a poco, siento que me va faltando algo.
Sé que suena absurdo, pero la música para mí es como el aire.
Echo de menos tocar en buena compañía, disfrutar de la música.
Echo de menos aquellos fines de semana en los que deseaba que llegara el lunes, sólo por ir a esa clase y evadirme de todo durante los cuarenta minutos con los que empecé a aprender.
Echo de menos esos primeros años en los que tocar era una diversión, en los que las canciones eran preciosas y desconocidas, algunas compuestas por los niños.
Echo de menos el nerviosismo previo a los conciertos, los cambios repentinos de programa y los tropezones por la escalera de caracol.
Pero lo decidido, decidido está. Las cosas no son lo que eran y antes de que la pasión que siento por la música muera he preferido abandonar esas clases que en otro tiempo me dieron la razón para pasar otra semana.
De Rika-chan para A, A. Siempre serás mi profe preferido.
Mi violoncello a la espalda se balanceaba a cada paso, poco a poco, como deseando salir a sabiendas de que no volvería a hacerlo en una temporada.
Durante la clase, repasamos todo y pude ver claramente cuánto había progresado.
El tiempo jugó en mi contra y las dos horas volaron más rápido de lo habitual.
Recogí mi instrumento y me despedí de aquel que me ha enseñado todo lo que sé de este mundo tan fascinante.
Salí por donde había entrado, y sentí impulsos de volver y romper la hoja de baja.
Sentí impulsos de volver el lunes pasado también.
Porque desde entonces, poco a poco, siento que me va faltando algo.
Sé que suena absurdo, pero la música para mí es como el aire.
Echo de menos tocar en buena compañía, disfrutar de la música.
Echo de menos aquellos fines de semana en los que deseaba que llegara el lunes, sólo por ir a esa clase y evadirme de todo durante los cuarenta minutos con los que empecé a aprender.
Echo de menos esos primeros años en los que tocar era una diversión, en los que las canciones eran preciosas y desconocidas, algunas compuestas por los niños.
Echo de menos el nerviosismo previo a los conciertos, los cambios repentinos de programa y los tropezones por la escalera de caracol.
Pero lo decidido, decidido está. Las cosas no son lo que eran y antes de que la pasión que siento por la música muera he preferido abandonar esas clases que en otro tiempo me dieron la razón para pasar otra semana.
De Rika-chan para A, A. Siempre serás mi profe preferido.
martes, 5 de abril de 2011
Miercoles de abril
Desde aquella noche, los miércoles tuvieron otro color.
Desde entonces, me levantaba feliz. Me levantaba de la cama, nerviosa, pensando qué ponerme, me vestía con más rapidez de lo normal y siempre salía antes de casa.
El trayecto hasta la estación del trasbordo se hacía más largo y nunca, nunca, me dormía.
Sólo me dedicaba a mirar por la ventana el amanecer primaveral, esperando llegar a esa estación con el tiempo suficiente para avanzar al final del andén, donde tú solías esperar la llegada del tren.
Me dedicaba a pensar en encontrarte lo antes posible, y acercarme a saludarte.
Las mañanas que no te encontraba en la estación hacían que el segundo tren matutino viniera aún más despacio. Y avanzara al destino a una velocidad desesperante.
Cuando por fin entraba en clase, tomaba asiento y esperaba escuchar tu nombre saliendo de alguna garganta anónima, o tu voz dando los buenos días a alguien más afortunado que yo.
Durante la hora lectiva, recuerdo buscar cualquier razón absurda para darme la vuelta y poder, furtivamente, mirarte unos pocos segundos...
Hace tan sólo un par de días desperté antes del amanecer, y al girarme vi tu silueta recortada sobre el fondo de mi habitación.
Dormías.
Sonreí tontamente y me abracé a tu espalda pensando en el tiempo que ha pasado desde aquellas mañanas. Te abracé aún mas fuerte.
Y mientras me embriagaba con esa sensación, pensé que no quiero soltarte, que no quiero que dejen de existir mañanas como esa, ni quiero que te vayas de mi lado.
Porque yo también llevo los nueve meses más bonitos de mi vida.
Te amo ^^.
Desde entonces, me levantaba feliz. Me levantaba de la cama, nerviosa, pensando qué ponerme, me vestía con más rapidez de lo normal y siempre salía antes de casa.
El trayecto hasta la estación del trasbordo se hacía más largo y nunca, nunca, me dormía.
Sólo me dedicaba a mirar por la ventana el amanecer primaveral, esperando llegar a esa estación con el tiempo suficiente para avanzar al final del andén, donde tú solías esperar la llegada del tren.
Me dedicaba a pensar en encontrarte lo antes posible, y acercarme a saludarte.
Las mañanas que no te encontraba en la estación hacían que el segundo tren matutino viniera aún más despacio. Y avanzara al destino a una velocidad desesperante.
Cuando por fin entraba en clase, tomaba asiento y esperaba escuchar tu nombre saliendo de alguna garganta anónima, o tu voz dando los buenos días a alguien más afortunado que yo.
Durante la hora lectiva, recuerdo buscar cualquier razón absurda para darme la vuelta y poder, furtivamente, mirarte unos pocos segundos...
Hace tan sólo un par de días desperté antes del amanecer, y al girarme vi tu silueta recortada sobre el fondo de mi habitación.
Dormías.
Sonreí tontamente y me abracé a tu espalda pensando en el tiempo que ha pasado desde aquellas mañanas. Te abracé aún mas fuerte.
Y mientras me embriagaba con esa sensación, pensé que no quiero soltarte, que no quiero que dejen de existir mañanas como esa, ni quiero que te vayas de mi lado.
Porque yo también llevo los nueve meses más bonitos de mi vida.
Te amo ^^.
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