Tres palabras.
Y sin embargo, simbolizan el hecho de que la cura no ha salido como todos esperábamos.
La cura se vuelve contra el cuerpo, lo destroza por dentro más de lo que ya estaba, hasta que se lo lleva. O hasta que el paciente hace acopio de sus fuerzas para vencerlo, caso poco probable.
Para nosotros, simboliza que ya no subiremos a Covadonga, ni andando, ni de rodillas, ni dos veces.
Ha ido todo tan deprisa que no se qué decir, así que optaré por quedarme callada y seguir esperando a que los que hoy, despues de dos días (y los que quedan), salgan del shock, recuperen la cordura y sigan viviendo.
Porque él, aunque fuera un niño, querría eso por encima de cualquier cosa.
jueves, 30 de junio de 2011
domingo, 19 de junio de 2011
.
No me considero una persona católica ni soy practicante, pero a veces, cuando no sabes a qué más agarrarte, cuando la vida de alguien cercano pende de un hilo, sólo entonces, no importa lo que creas, lo que te consideres. Da igual.
Cuando no sabes qué más hacer, cuando todo lo tangible, lo visible, falla... cuando la ciencia no puede hacer nada más que esperar,entonces ruegas. Aunque no estés muy segura de a quién o qué.
Ruegas por que si hay alguna fuerza superior, sea la que sea, ayude a esa persona, la salve y la devuelva la vida que tenía hace tan poco tiempo.
Hoy, en una comida familiar, hemos prometido que si R. vence a la leucemia, subiremos a agradecerselo a la virgen de Covadonga, andando, dos veces. Una de ellas de rodillas y en pantalón corto.
Porque a estas alturas, sólo podemos esperar.
Cuando no sabes qué más hacer, cuando todo lo tangible, lo visible, falla... cuando la ciencia no puede hacer nada más que esperar,entonces ruegas. Aunque no estés muy segura de a quién o qué.
Ruegas por que si hay alguna fuerza superior, sea la que sea, ayude a esa persona, la salve y la devuelva la vida que tenía hace tan poco tiempo.
Hoy, en una comida familiar, hemos prometido que si R. vence a la leucemia, subiremos a agradecerselo a la virgen de Covadonga, andando, dos veces. Una de ellas de rodillas y en pantalón corto.
Porque a estas alturas, sólo podemos esperar.
lunes, 13 de junio de 2011
Noche
Sé que aquella noche asesiné cualquier atisbo de recuperación de nuestra historia.
Ya no estoy enamorada de ti.
Sentada en la cama, sin mirarte, sentí cómo te rompías en pedacitos a pesar de que en el fondo sabías tan bien como yo que esas palabras acabarían por salir de mis labios.
Me abracé a mí misma deseando que no tuvieras la idea de hacerlo tú mientras escuchaba mis lagrimas caer y perderse en el olvido de las sabanas.
Te miré.
La oscuridad de la habitación sólo me permitió adivinar tu silueta tumbada.
El silencio sólo se vio roto por el caer de aquellas lagrimas que tanto luché por contenter y sin embargo estaba esperando ver salir.
Gotita tras gotita se fué borrando cualquier ceniza que pudiera quedar caliente, y de repente vi cómo te secabas los ojos con el brazo y retiré la mirada para evitar ver el destrozo que acababa de causarte.
No pude pegar ojo en el resto de la noche.
Cuando vi los primeros rayos de sol entrar por la ventana, me cercioré de que dormías y salí de la habitación.
Encendí mi portatil y me dispuse a escribir todo lo que pasaba por mi alma en aquellos momentos. Toda la confusión, el daño causado... todo.´
Aquella mañana necesité a alguien con quien hablar... y no tuve a nadie.
Aquella mañana me bloqueé frente al ordenador, y no pude hacer más que llorar y suplicar por que no me vieras de esa forma, porque de ser así, me abrazarías.
Y no quería un abrazo tuyo, de la misma forma que la noche anterior no quise que me hicieras el amor.
Porque aquello se acabó, no soportaba un minuto más mirarte y no verte, mirarte y pensar en volar con él.
Porque no podía soportar la idea de que alguien que no fuera él me tocara, me abrazara o me besara.
Porque él era, y es, mi mundo.
Y todo lo demás no importa.
Ya no estoy enamorada de ti.
Sentada en la cama, sin mirarte, sentí cómo te rompías en pedacitos a pesar de que en el fondo sabías tan bien como yo que esas palabras acabarían por salir de mis labios.
Me abracé a mí misma deseando que no tuvieras la idea de hacerlo tú mientras escuchaba mis lagrimas caer y perderse en el olvido de las sabanas.
Te miré.
La oscuridad de la habitación sólo me permitió adivinar tu silueta tumbada.
El silencio sólo se vio roto por el caer de aquellas lagrimas que tanto luché por contenter y sin embargo estaba esperando ver salir.
Gotita tras gotita se fué borrando cualquier ceniza que pudiera quedar caliente, y de repente vi cómo te secabas los ojos con el brazo y retiré la mirada para evitar ver el destrozo que acababa de causarte.
No pude pegar ojo en el resto de la noche.
Cuando vi los primeros rayos de sol entrar por la ventana, me cercioré de que dormías y salí de la habitación.
Encendí mi portatil y me dispuse a escribir todo lo que pasaba por mi alma en aquellos momentos. Toda la confusión, el daño causado... todo.´
Aquella mañana necesité a alguien con quien hablar... y no tuve a nadie.
Aquella mañana me bloqueé frente al ordenador, y no pude hacer más que llorar y suplicar por que no me vieras de esa forma, porque de ser así, me abrazarías.
Y no quería un abrazo tuyo, de la misma forma que la noche anterior no quise que me hicieras el amor.
Porque aquello se acabó, no soportaba un minuto más mirarte y no verte, mirarte y pensar en volar con él.
Porque no podía soportar la idea de que alguien que no fuera él me tocara, me abrazara o me besara.
Porque él era, y es, mi mundo.
Y todo lo demás no importa.
domingo, 12 de junio de 2011
Ansiedad
Aquel día, sentada en aquella silla con la gomaespuma un poco destrozada y sin reposabrazos comienzo a notar escased de oxígeno mientras ella va soltando su parafernalia absurda.
Intento hacerla ver mi punto de vista pero no me deja exponerlo, me corta, está a la defensiva.
Y el oxígeno se acaba.
Me agarro como puedo al asiento, le clavo las uñas en un intento por contener las ganas de gritarla mientras lo que entra en mis pulmones es ya fuego.
Con la caída de la primera gota de agua, la lava me colapsa y mi cuerpo toma las bocanadas ya de forma compulsiva, negándose a creer que aquello que respira no va a ayudarlo.
Respiro cada vez con más dificultad y comienzo a temerme a mí misma.
Sola, frente a ella, sin ninguna ayuda, ningun apoyo, intento mantener a flote mi respiración falta de oxígeno.
Intento relajarme pero no puedo, me insta a levantarme y temo el momento de hacerlo, no se si podré mantenerme en pie.
Cuando quiero darme cuenta la estoy dando la espalda, convulsionándo más de lo que ya estaba y avergonzada ante tal situación pero sin poder hacer nada por parar.
Mi cuerpo se niega a relajarse así que ella decide continuar con su trabajo. Yo me quedo mirando la nada mientras el fuego vuelve poco a poco a ser aire.
Finalmente, me invita a abandonar la sala.
Salgo sin decir adiós, atravieso el pasillo lleno de gente y me encierro en el baño, donde de nuevo el aire es fuego y me rodea.
Sentada, miro al suelo con la cabeza entre mis rodillas, me limpio, intento pensar en otra cosa... cualquier cosa con tal de no sentir esa asfixia de hace unos minutos.
Esa asfixia que sólo he sentido en esos sueños donde viajo al infierno.
Intento hacerla ver mi punto de vista pero no me deja exponerlo, me corta, está a la defensiva.
Y el oxígeno se acaba.
Me agarro como puedo al asiento, le clavo las uñas en un intento por contener las ganas de gritarla mientras lo que entra en mis pulmones es ya fuego.
Con la caída de la primera gota de agua, la lava me colapsa y mi cuerpo toma las bocanadas ya de forma compulsiva, negándose a creer que aquello que respira no va a ayudarlo.
Respiro cada vez con más dificultad y comienzo a temerme a mí misma.
Sola, frente a ella, sin ninguna ayuda, ningun apoyo, intento mantener a flote mi respiración falta de oxígeno.
Intento relajarme pero no puedo, me insta a levantarme y temo el momento de hacerlo, no se si podré mantenerme en pie.
Cuando quiero darme cuenta la estoy dando la espalda, convulsionándo más de lo que ya estaba y avergonzada ante tal situación pero sin poder hacer nada por parar.
Mi cuerpo se niega a relajarse así que ella decide continuar con su trabajo. Yo me quedo mirando la nada mientras el fuego vuelve poco a poco a ser aire.
Finalmente, me invita a abandonar la sala.
Salgo sin decir adiós, atravieso el pasillo lleno de gente y me encierro en el baño, donde de nuevo el aire es fuego y me rodea.
Sentada, miro al suelo con la cabeza entre mis rodillas, me limpio, intento pensar en otra cosa... cualquier cosa con tal de no sentir esa asfixia de hace unos minutos.
Esa asfixia que sólo he sentido en esos sueños donde viajo al infierno.
domingo, 5 de junio de 2011
Junio (II)
Y así comenzó la espera.
Sí... Pero no.
La princesa se sentó bajo su rosal, en la única sombra del claro, dispuesta a esperar todo lo que fuera necesario, hasta que el lobo se decidiera a morderla.
Se veían a menudo, hablaban del tiempo, del bosque y de sus maravillas, paseaban, reían... y poco a poco se acercaban cada vez más el uno al otro.
Poco a poco, el lobo abría su burbuja permitiéndola entrar, y ella se adentraba sin miedo a descubrir más cosas.
Poco a poco, ella perdía aún más posibilidades de volver atrás. Pasito a pasito, aquel rosal iba también arraigándose más.
Pasaban los días, unos soleados y calurosos, otros con chubascos repentinos, pero todos con ese color que sólo el lobo sabe dar...
Así pasó el mes de junio, rápido y maravilloso.
Así, pasito a pasito, echaste raices en este corazón.
Ahora, después de 11 meses de recorrido por el cielo sigo sin saber expresar todo lo que siento, porque es tan grande y tan precioso que una descripción siempre se quedaría corta.
Porque eres mucho más que un mundo, mucho más que mi mundo. Y te amo con locura.
Sí... Pero no.
La princesa se sentó bajo su rosal, en la única sombra del claro, dispuesta a esperar todo lo que fuera necesario, hasta que el lobo se decidiera a morderla.
Se veían a menudo, hablaban del tiempo, del bosque y de sus maravillas, paseaban, reían... y poco a poco se acercaban cada vez más el uno al otro.
Poco a poco, el lobo abría su burbuja permitiéndola entrar, y ella se adentraba sin miedo a descubrir más cosas.
Poco a poco, ella perdía aún más posibilidades de volver atrás. Pasito a pasito, aquel rosal iba también arraigándose más.
Pasaban los días, unos soleados y calurosos, otros con chubascos repentinos, pero todos con ese color que sólo el lobo sabe dar...
Así pasó el mes de junio, rápido y maravilloso.
Así, pasito a pasito, echaste raices en este corazón.
Ahora, después de 11 meses de recorrido por el cielo sigo sin saber expresar todo lo que siento, porque es tan grande y tan precioso que una descripción siempre se quedaría corta.
Porque eres mucho más que un mundo, mucho más que mi mundo. Y te amo con locura.
miércoles, 1 de junio de 2011
Junio (I)
La princesa libre despertó en medio de un mar de escombros de cristal y arenas muertas, en el claro del bosque.
Miró a su alrededor, y recordó qué había pasado.
Los gritos, él acercándose... y la explosión. No recordaba nada más.
Sin embargo, por alguna razón se sentía bien. Por fín él sabía la verdad oculta tras aquellos brotes.
Aquel rosal había crecido más de lo que ella podía imaginar, llegaba hasta más allá de donde la vista alcanza, se perdía en la profundidad del claro cielo azul primaveral.
Sin embargo, no tenía rosas. Tenía espinas, pero no rosas.
Le escuchó acercarse y, por una vez, tuvo miedo de girarse a mirarlo.
Tuvo miedo de ver oscuridad e indiferencia en sus ojos.
Miedo de que la dejara sola.
Miedo de perderlo, de volver a ser encerrada en aquel mundo gris.
El gran lobo se sentó a su lado, la miró y habló durante horas sobre el bosque.
Se sintieron cómodos respirando el mismo aire, disfrutando el uno del otro como viejos amigos, aunque no habían pasado nunca tiempo solos.
Sin embargo, él debía dar una respuesta a la princesa. Debía dejarle claras las cosas, al fin y al cabo, ésa era la razon de aquel encuentro.
Entonces hablaron, con el corazón en un puño.
Le vió nervioso, pensativo, echo un lío.
Le vió sonreir, sonrojarse.
Le vió mirarla, con aquellos ojos que la hacen perder la cabeza.
Le vió triste.
Sí... pero no.
Miró a su alrededor, y recordó qué había pasado.
Los gritos, él acercándose... y la explosión. No recordaba nada más.
Sin embargo, por alguna razón se sentía bien. Por fín él sabía la verdad oculta tras aquellos brotes.
Aquel rosal había crecido más de lo que ella podía imaginar, llegaba hasta más allá de donde la vista alcanza, se perdía en la profundidad del claro cielo azul primaveral.
Sin embargo, no tenía rosas. Tenía espinas, pero no rosas.
Le escuchó acercarse y, por una vez, tuvo miedo de girarse a mirarlo.
Tuvo miedo de ver oscuridad e indiferencia en sus ojos.
Miedo de que la dejara sola.
Miedo de perderlo, de volver a ser encerrada en aquel mundo gris.
El gran lobo se sentó a su lado, la miró y habló durante horas sobre el bosque.
Se sintieron cómodos respirando el mismo aire, disfrutando el uno del otro como viejos amigos, aunque no habían pasado nunca tiempo solos.
Sin embargo, él debía dar una respuesta a la princesa. Debía dejarle claras las cosas, al fin y al cabo, ésa era la razon de aquel encuentro.
Entonces hablaron, con el corazón en un puño.
Le vió nervioso, pensativo, echo un lío.
Le vió sonreir, sonrojarse.
Le vió mirarla, con aquellos ojos que la hacen perder la cabeza.
Le vió triste.
Sí... pero no.
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