La lluvia me calaba al mismo ritmo que mis pies avanzaban por la carretera solitaria. Suavemente, un temor aún más grande iba floreciendo en mi interior y no podía hacer nada por evitarlo, de la misma forma que no podía hacer parar el aguacero.
Mi cabeza comienza a caminar por esos senderos que no quiero volver a explorar, recordándome la fragilidad actual de mi mundo.
Intento luchar contra mis fantasmas internos que me dicen que desconfíe e intentan persuadirme para echar a correr lejos de todo esto, lejos de tí.
Porque ellos esperan el día en que caiga la máscara y entonces el golpe sea inevitable.
Sin embargo, mi otra mitad grita con desesperación para que no los escuche y mi cuerpo paralizado se niega de la misma forma a huir.
Asumiré el riesgo que sea necesario correr aunque esté aterrada, aunque me tema a mí misma mucho más de lo que pueda temer esta distancia repentina.
Tengo miedo de no poder con ello, y de que de repente un día no podamos más.
Tengo miedo de que desaparezcas del mismo modo que apareciste en mi vida.
Y sabes que estoy aterrada con ello pero que nunca te lo diré abiertamente, porque soy así de testaruda.
Y porque cada vez que pienso en ello me dan ganas de llorar, porque me he equivocado muchas veces y espero no hacerlo contigo.
Porque has entrado en un ser prácticamente impenetrable y has osado llevarte un corazón demasiado frágil como para aguantar otra caída...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario