Simplemente quería saber porqué habíamos llegado a esto.
Porqué de repente se me venía el mundo encima.
Pero tenía miedo de esa respuesta, de la misma manera que al mediodía pensé que reaccionarías de manera diferente a como hiciste.
Me sorprendiste, eso fue todo.
Un cúmulo de sensaciones y pensamientos me abrumó y por eso el grifo empezó a chorrear, sin apenas darme tiempo para pararlo.
Era normal que te preocuparas por la razón de todo aquello, pero en el fondo todo resultó ser más simple de lo que pareció en un principio.
Al final volvimos a reirnos de todo eso, de nosotros mismos, de lo absurdo de la situación.
Quizá lo que nos pasa es que estamos tan acostumbrados a ser felpudos que el que alguien nos tenga en cuenta nos choca y buscamos sin cesar la trampa oculta entre tanta luz.
Claro que me haces feliz. Claro que te quiero. Claro que me importas.
Sólo espero ser capaz de corresponderte de la misma manera.
Porque esas lágrimas no eran de tristeza.
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