Aquela mañana la princesa que aún no sabía que era princesa se levantó temprano. Se le acababa el tiempo, poco a poco, de la misma manera que se le estaba agotando el aire dentro de aquellos muros de cristal.
El nivel de las cenizas había aumentado considerablemente y ya apenas podía ver el exterior. Sin embargo, eso ya había dejado de importar.
Porque él ya estaba ahí, sentado, cerca de ella. Podía sentirlo haciéndola compañía en su grisaceo mundo desde el exterior.
Aquella mañana, como tantas otras, se acercó al único lugar con un poco de vida, con un poco de color, que había dentro de aquel reloj de arena.
Se sentó a observar los pequeños brotes de rosal crecer sin cesar, y a las cenizas intentar ahogarlos sin éxito.
Pudo saber el momento exacto en que él apareció, porque cada vez que aquel gran lobo echaba una mirada, por leve que fuera, al interior de los fríos muros, un nuevo brote salía con fuerza de entre tanta muerte.
Ella, una vez más, no levantó la vista de las pequeñas plantas, porque sabía que él no podía ver esto aún, que todavía no estaban listos para encontrarse.
Aún tendría que esperar, hasta que aquellos suaves brotes rompieran su cautiverio y estuviera lista para volar...
Porque nada importa mientras sigas queriendo besarme.
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3 comentarios:
Quiero seguir besándote, abrazandote y mimandote hasta que digas basta, hasta que el mundo se acabe porque no hay nada mejor que un beso de tus labios.
Te quiero
Me encanta!
Carlota, eres un sol gracias por visitar!
Espero qe sigas mimandome, pequeño.
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