El otro día vi un anuncio en el periódico. Decía que el alma no cambia.
A la mañana siguiente, una noticia. Un padre había abusado de sus hijos y lo había grabado y difundido por la red.
¿Realmente el alma no cambia?
Me niego a creer que el alma de esos niños estuviera rota antes de subir a la cubierta del barco en la que les robaron la inocencia.
El alma cambia, y nosotros con ella.
Esos niños no tienen culpa de haber dado con un padre desalmado que ha acabado rompiéndoles, que les ha pisoteado y usado cual objeto para satisfacer sus oscuros deseos.
Esos niños van a pasar un buen tiempo intentando comprender, dar un sentido al comportamiento de alguien que se supone debe quererlos.
Van a gritar y llorar muchas noches.
Van a pensar que dentro de ellos hay algo que no debería estar.
Van a meterse a la bañera y frotar con agua hirviéndo esa suciedad que parece no estar ahí pero que a ellos les corroe cual ácido por dentro.
Aunque no servirá de nada.
Esos niños tienen el alma rota, y por mucho que la peguen, al igual que los jarrones rotos seguirán teniendo las cicatrices.
Por mucho que intenten curarlas,con los años supurarán y ellos pasarán miedo.
Miedo de que ese alma que tanto les costó reconstruir vuelva a hacerse pedacitos, y no los encuentren todos.
Miedo de convertirse en los mismos desalmados que su padre y poner las manos encima a otra personita inocente.
¿De verdad el alma no cambia?
domingo, 15 de mayo de 2011
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