Pude ver a la princesa salir del bosque cuando el cielo se vio iluminado una vez más por un rayo de tormenta.
Estaba calada hasta los huesos, armada hasta los dientes y la determinación la rodeaba de la misma manera que lo hacía el aura ahora muerta que antaño fuera dorada.
Sus ojos se cruzaron con los mios un momento antes de que empezara a andar de nuevo hacia la torre y se metiera en ella sin hacer ningun esfuerzo por que no se la escuchara.
Aquella mirada fria congeló hasta la última fibra de mi ser.
Ella sabía que quien había osado hacer daño a su lobo, quien le arrojó a las llamas, se encontraba ahí dentro, y sabía que la estaba esperando y que no sería capaz de frenarla.
En cierto modo, porque ella murió el mismo día que el lobo lo hizo. Y la única razón que la mantenía con vida era llegar a ese destino y acabar con quien estuviera allí dentro.
Cada peldaño que subía la acercaba un poco más al reencuentro deseado, porque después de llevar a cabo su misión, se arrojaría al fuego para fundirse con las cenizas de él con las esperanza de que la guiaran en su búsqueda.
Abrió la puerta final y allí se encontraba, esperando pacientemente, quien había venido a buscar. La razón de aquel tedioso viaje.
Levantó no sin esfuerzo su espada...
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