Desde aquella noche, los miércoles tuvieron otro color.
Desde entonces, me levantaba feliz. Me levantaba de la cama, nerviosa, pensando qué ponerme, me vestía con más rapidez de lo normal y siempre salía antes de casa.
El trayecto hasta la estación del trasbordo se hacía más largo y nunca, nunca, me dormía.
Sólo me dedicaba a mirar por la ventana el amanecer primaveral, esperando llegar a esa estación con el tiempo suficiente para avanzar al final del andén, donde tú solías esperar la llegada del tren.
Me dedicaba a pensar en encontrarte lo antes posible, y acercarme a saludarte.
Las mañanas que no te encontraba en la estación hacían que el segundo tren matutino viniera aún más despacio. Y avanzara al destino a una velocidad desesperante.
Cuando por fin entraba en clase, tomaba asiento y esperaba escuchar tu nombre saliendo de alguna garganta anónima, o tu voz dando los buenos días a alguien más afortunado que yo.
Durante la hora lectiva, recuerdo buscar cualquier razón absurda para darme la vuelta y poder, furtivamente, mirarte unos pocos segundos...
Hace tan sólo un par de días desperté antes del amanecer, y al girarme vi tu silueta recortada sobre el fondo de mi habitación.
Dormías.
Sonreí tontamente y me abracé a tu espalda pensando en el tiempo que ha pasado desde aquellas mañanas. Te abracé aún mas fuerte.
Y mientras me embriagaba con esa sensación, pensé que no quiero soltarte, que no quiero que dejen de existir mañanas como esa, ni quiero que te vayas de mi lado.
Porque yo también llevo los nueve meses más bonitos de mi vida.
Te amo ^^.
martes, 5 de abril de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
Me encantan esas mañanas en las que me despierto y noto que tus brazos me rodean.
No quiero que me sueltes nunca.
Te amo ^^
Publicar un comentario