Ni el adolescente hormonado, ni la abuela, ni el niño.
Y me encuentro con ellos, que venían del bar, del dichoso bar.
Yo llegando pronto para terminar cuanto antes, y nada, por si fuera poco el tema de la hora intempestiva, vienen calentitos los humos, y estalla todo por una tontería.
- Si es que no me dejas ni comer.
Golpes en la mesa, comentarios con forma de flecha, el niño llorando y él intentando meterme al ajo.
Yo echo la cremallera por no meter mas leña al fuego y me callo cada vez que me nombran, lo que por fortuna pasa desapercibido.
Y de repente, recuerdo aquella escena.
Yo metida debajo de la mesa mientras volaban un par de tazas y mis padres se gritaban de puerta a puerta.
Siendo sincera,me he quedado con las ganas de abrir la cremallera y soltarlo todo, pero de pequeña aprendí a no meterme en discusiones ajenas, así que me he limitado a dar mi opinión mentalmente, una vez más...
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