Recuerdo la playa
Recuerdo las olas.
Recuerdo aquella casa abandonada.
Recuerdo las risas.
Recuerdo la mesa.
Recuerdo la angustia, y recuerdo los gritos nocturnos.
Pasan los años.
Recuerdo... Recuerdo que de repente había pasado y yo no había perdido la cabeza.
Recuerdo la alegría que sentí, el pinchazo y la penumbra.
Recuerdo lo sola que me sentí en el baño, limpiándome una suciedad que sólo yo podía ver y recuerdo que no me consolaste.
No me besaste. No fuiste a ver si estaba bien. Y estabas medio dormido cuando volví.
Recuerdo... recuerdo la primera vez que te vi desnudo hace casi un año.
Recuerdo el calor del primer roce.
Recuerdo... no, no recuerdo nada, porque nada es un recuerdo pasado aún.
Tú eres mi presente, y quiero que seas mi pasado y mi futuro.
Quiero borrarlo todo y empezar de cero, porque tú haces que lo más dificil sea un simple juego de niños. Y me encanta.
viernes, 15 de julio de 2011
martes, 12 de julio de 2011
Sentir
Aquella llamada despertó tu nerviosismo.
Saber que iba a verle te sacó de quicio.
Y no poder comunicarte conmigo fué la gota que colmó el vaso.
Sin embargo, desde que el teléfono sonó, tenía clara cuál iba a ser mi respuesta.
No recuerdo aquella conversación, ninguna palabra concreta, pero sí recuerdo el nudo que se formó en mi estómago cuando él pidió otra oportunidad.
No quise hablar por teléfono de ello, de modo que nos vimos para solucionar todo de una vez por todas.
No... yo ya te dije lo que siento. Y ahora... tengo algo con él, de modo que no. Lo siento.
No dudé al decir no una vez más.
Aquella fué la primera vez que te demostré lo que siento, y para mí la más importante de todas.
Porque sólo hacía siete días que el lobo había mordido a la princesa, aún era todo tan fragil que podría desvanecerse como un sueño, pero ella quería arriesgarlo todo, aunque se extinguiera tan rápido que apenas se diera cuenta.
Y supe que había hecho lo correcto en el momento en que recibí tu mensaje.
Eres lo mejor que me ha pasado nunca, espero que no se te olvide.
Saber que iba a verle te sacó de quicio.
Y no poder comunicarte conmigo fué la gota que colmó el vaso.
Sin embargo, desde que el teléfono sonó, tenía clara cuál iba a ser mi respuesta.
No recuerdo aquella conversación, ninguna palabra concreta, pero sí recuerdo el nudo que se formó en mi estómago cuando él pidió otra oportunidad.
No quise hablar por teléfono de ello, de modo que nos vimos para solucionar todo de una vez por todas.
No... yo ya te dije lo que siento. Y ahora... tengo algo con él, de modo que no. Lo siento.
No dudé al decir no una vez más.
Aquella fué la primera vez que te demostré lo que siento, y para mí la más importante de todas.
Porque sólo hacía siete días que el lobo había mordido a la princesa, aún era todo tan fragil que podría desvanecerse como un sueño, pero ella quería arriesgarlo todo, aunque se extinguiera tan rápido que apenas se diera cuenta.
Y supe que había hecho lo correcto en el momento en que recibí tu mensaje.
Eres lo mejor que me ha pasado nunca, espero que no se te olvide.
martes, 5 de julio de 2011
El cielo rojo de julio, el lago, el verde del prado, y tu peso sobre mi cuerpo.
Un suspiro, una caricia, un escalofrío y calor.
Tus labios rozándome suavemente, nuestros ojos clavados por primera vez, mejillas encendidas y el canto de los pájaros de fondo.
El sol resbalando en tu pecho, una noche en vela, un tejado, el despuntar del alba y el reloj caprichoso.
Eléctrico tacto, aterciopelada sensación.
La vista de la ciudad desde las alturas, un beso en el aire y tus nervios a flor de piel.
El mundo en una cama hecha de nubes, la tranquilidad, tú y yo, un suspiro y chocolate.
Un hombro en que apoyarte, un abrazo, la primera hoja del otoño y el primer beso en el frío de la mañana rutinaria. Un poco más de tu mundo y una noche preciosa.
El miedo irracional a la caída al darnos cuenta de que hemos subido demasiado alto, una comilona romántica y cada uno de los minutos que te levantas antes cada mañana. Una locura, un baño y una noche en la ciudad.
La falta de palabras para tal inmensidad y un rosal más que repleto de flores.
Un beso bajo el diluvio, un abrazo para calmar los miedos y unas cuantas lagrimas de cocodrilo.
Una razón para quererte sin razón, la luna para perdernos en ella, todo el calor del sol en una caricia.
Un año nuevo lleno de esperanza, unas navidades con color, tú bajo unos pequeños copitos de nieve y mi aliento calentándote en la fría noche.
Más de una decena de pisos, una habitación anaranjada, vapor, azulejos y comodidad.
Palmeritas caseras, noche de cariño, plumas por doquier.
Un cumpleaños especial, un fin de semana en un segundo, un sabado en la cama toda la mañana, tu presencia llenando el ambiente. Risas.
Despertar con un abrazo, tu espalda desnuda, comienzan los recuerdos, besos interminables.
La primavera, el calor renovado, las rabietas sin sentido.
Un paseo, los helados...
Un año. 365 días. 8760 horas desde aquel primer mordisco.
Muchos minutos contigo. Y los que quedan.
Porque no quiero que dejes de subir conmigo, quiero quererte, cuidarte, hacerte todo lo feliz que puedas ser y serlo yo contigo.
Porque tú eres todo aquello que buscaba sin cesar.
Representas para mí el aire, la libertad, los sueños, el amor.
Eres mi mundo.
Mi amor por tí creció sin que yo pudiera evitarlo, y si me hubieran dado la oportunidad de destruir lo que siento, mi respuesta hubiera sido no.
Porque contigo me siento completa, me siento feliz, sé que te quiero más que a nada y eso es lo único que importa.
Y no borraría un sólo minuto de este cuento de hadas.
Sigamos escribiendo más años fugaces como éste, más noches locas, más besos... más de nosotros.
Felices 12.
Un suspiro, una caricia, un escalofrío y calor.
Tus labios rozándome suavemente, nuestros ojos clavados por primera vez, mejillas encendidas y el canto de los pájaros de fondo.
El sol resbalando en tu pecho, una noche en vela, un tejado, el despuntar del alba y el reloj caprichoso.
Eléctrico tacto, aterciopelada sensación.
La vista de la ciudad desde las alturas, un beso en el aire y tus nervios a flor de piel.
El mundo en una cama hecha de nubes, la tranquilidad, tú y yo, un suspiro y chocolate.
Un hombro en que apoyarte, un abrazo, la primera hoja del otoño y el primer beso en el frío de la mañana rutinaria. Un poco más de tu mundo y una noche preciosa.
El miedo irracional a la caída al darnos cuenta de que hemos subido demasiado alto, una comilona romántica y cada uno de los minutos que te levantas antes cada mañana. Una locura, un baño y una noche en la ciudad.
La falta de palabras para tal inmensidad y un rosal más que repleto de flores.
Un beso bajo el diluvio, un abrazo para calmar los miedos y unas cuantas lagrimas de cocodrilo.
Una razón para quererte sin razón, la luna para perdernos en ella, todo el calor del sol en una caricia.
Un año nuevo lleno de esperanza, unas navidades con color, tú bajo unos pequeños copitos de nieve y mi aliento calentándote en la fría noche.
Más de una decena de pisos, una habitación anaranjada, vapor, azulejos y comodidad.
Palmeritas caseras, noche de cariño, plumas por doquier.
Un cumpleaños especial, un fin de semana en un segundo, un sabado en la cama toda la mañana, tu presencia llenando el ambiente. Risas.
Despertar con un abrazo, tu espalda desnuda, comienzan los recuerdos, besos interminables.
La primavera, el calor renovado, las rabietas sin sentido.
Un paseo, los helados...
Un año. 365 días. 8760 horas desde aquel primer mordisco.
Muchos minutos contigo. Y los que quedan.
Porque no quiero que dejes de subir conmigo, quiero quererte, cuidarte, hacerte todo lo feliz que puedas ser y serlo yo contigo.
Porque tú eres todo aquello que buscaba sin cesar.
Representas para mí el aire, la libertad, los sueños, el amor.
Eres mi mundo.
Mi amor por tí creció sin que yo pudiera evitarlo, y si me hubieran dado la oportunidad de destruir lo que siento, mi respuesta hubiera sido no.
Porque contigo me siento completa, me siento feliz, sé que te quiero más que a nada y eso es lo único que importa.
Y no borraría un sólo minuto de este cuento de hadas.
Sigamos escribiendo más años fugaces como éste, más noches locas, más besos... más de nosotros.
Felices 12.
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