Y entonces, al agacharme, vuelve.
La sangre derramándose sobre las teclas metálicas.
Gotita tras gotita, ensuciándolo todo, descubriendo recobecos.
El brazo temblando.
Las heridas abiertas.
La ausencia de dolor...
Aquella temporada en que nada importaba.
En que no confiaba en nadie.
En que estaba rota de una manera que nadie más que yo podía ver.
Sucia.
Usada.
Muerta.
A veces ocurre, que cuando menos te lo esperas, la caja de Pandora se abre de nuevo...
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