Hace un momento, salí de trabajar y me dirigí a la parada del autobús a esperar. A lo lejos pude ver que estaba llena de gente, lo cual me alegró, ya que eso es señal de que aún no ha pasado... hasta que me acerqué más.
Mi gozo en un pozo.
Esa gente no era más que un grupo de adolescentes hormonados haciendo botellón.
Toda la marquesina era para ellos 6, sendos minis y una botella de ron. Cuatro chicos y dos chicas.
Cuatro chicos borrachos destrozando la parada de bus y dos chicas semidesnudas que también destrozaban la parada de bus.
Cuatro chicos tratando como putas a las chicas, y ellas dejándose.
El suelo lleno de bebida derramada, envoltorios de hamburguesas y orín.
Ver semejante escena me ha hecho recordar cómo eran mis compañeros de instituto.
Aquellos compañeros que salían de botellón cada fin de semana y volvían de empalme a clase.
Aquellos compañeros que hacían de cada día una tortura.
Aquellos compañeros que no me dirigían la palabra, que cuchicheaban a mi paso y apartaban la mirada al verme.
Aquellos compañeros que cuando se aburrían no encontraban nada mejor que hacer que tirarme bolitas de chicle mascado al pelo.
Aquellos compañeros tan miserables que para poder vivir necesitaban a alguien más miserable que ellos.
Porque el ser humano es asi.
Tan miserable que necesita ver que algo lo pasa peor que ellos, sea una parada de autobús, un animal u otra persona.
Tan miserable,que no le importa ser un poco más miserable si con ello puede herir a alguien.
lunes, 26 de diciembre de 2011
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