En mi habitual trayecto en tren de hace un par de días, leyendo el periódico venía un especial sobre sexo. No me llamó demasiado la atención ya que no recuerdo sobre qué trataba exactamente. Sin embargo, sí recuerdo una columna de esa misma página, sobre sexo también.
Ésta hablaba sobre la genitalidad, la pura carne y la concepción del sexo de los adolescentes de hoy.
Desde luego, llevaba toda la razón del mundo.
Decía que de un tiempo a esta parte se ha dejado de vincular el sexo a los sentimientos por otra persona, y que únicamente se presta atención a los genitales, en lugar de a la totalidad del cuerpo. Se mantienen relaciones pensando únicamente en uno mismo, en el placer vacío de cinco minutos de frotación genital, y al día siguiente si te he visto no me acuerdo.
La columnista afirmaba que se debe a la sexualización que la sociedad hace de todo. Por ejemplo, para anunciar cualquier producto, sale una muchacha ligera de ropa y de buen ver. Decía que éso ha propiciado una obsesión con el cuerpo, y el olvidarnos de la importancia que tiene sentir cosas más que verlas. Pero de eso hablaré otro día.
No estoy del todo de acuerdo con esa teoría suya, pero sí que lo estoy con la afirmación de ese sexo vacío al que se entregan montones de jóvenes cada noche. Se ha olvidado que una de las cosas mas bonitas del mundo es precisamente compartirte con alguien a quien amas de verdad, explorar cada rincón con dedicación y paciencia, y disfrutar de ser explorado de la misma manera, sin presiones, sin obligaciones y simplemente expresando sentimientos.
Y me da pena, mucha. Porque todo eso, no puede desembocar en nada bueno.
Porque el sexo tiene consecuencias, y eso sí que no debe olvidarse.
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