Después de casi 7 horas de sueño me despierto.
Bien... hasta que recuerdo por qué me han dado horas tan altas de la mañana en la cama.
Recuerdo entonces la noche anterior, la cólera que me invadió y todas las cosas que pensé sobre tí.
Me doy la vuelta y me cubro con las sábanas como si ellas pudieran protegerme de mis pensamientos de la misma forma que lo hacen de la luz matutina.
Poco a poco van entrando en mi cabeza las ganas de tomar una ducha y el rugido de mi estómago me recuerda la necesidad de ingerir algo, así que salgo de mi cama y voy a la cocina. Mi perro me llama así que voy primero a atenderle y su ladrido se me clava como si en lugar de una mala noche hubiera pasado las últimas horas bebiendo cubalibres bien cargados.
Y se lleva un azote que no se merecía.
Vuelvo a la cocina pero aunque era el rugido de mi estómago lo que me hizo levantarme lo tengo cerrado y oler la comida me produce arcadas así que opto por ir al sofá.
Zapping.
Después de tres vueltas completas a los canales me quedo en un programa de cocina. Hacen una tarta bastante asquerosa con frutas pero me dan la idea. Cocinaré algo, eso siempre me relaja.
Genial, entro en una conradicción. ¿Cómo voy a cocinar si veo la comida y me encuentro mal?
Pese a todo, decido hacer un bizcocho, al menos así tendremos algo de desayuno mañana.
Tendremos.
¿Seguro?
Pienso entonces que tal vez, sólo tal vez, has tenido alguna idea bonita y hay algún tipo de mensaje esperando a que lo lea y me saque esa estúpida sonrisa que necesito esta mañana de mierda.
Enciendo el ordenador, no tengo muy claro si para ver si tuviste la idea o para mirar la receta del dichoso bizcocho ya que no la recuerdo.
Y acabo aquí, delirando, sin encontrar ninguna de las cosas que vine a buscar.
En fin... era mucho pedir.
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