Entonces comienzas a reirte.
Pero de verdad. A carcajadas, tapándote con las manos.
Sin poder parar.
Y sonrío.
Horas antes, no sabía qué iba a pasar cuando me miraras a los ojos.
No sabía qué iba a encontrarme, no sabía qué ocurriría con nosotros...
No sabía cómo iba yo a reaccionar si ni siquiera podía enfrentarme a mi reflejo.
Ni a tu voz por el teléfono...
Entonces no puedo dejar de sonreir, y me contagias las carcajadas.
Y mientras el tren nos acerca una noche más al paraíso que supone tenerte en mi cama, nos doblamos de la risa como si fuera la primera vez que descubrimos que somos capaces de reir...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario