Y allí, frente las escaleras del metro de Callao, algo entrada la noche, tras una cena maravillosa y rodeados de gente, tuvo lugar el primer contacto.
Aquellos segundos en los que nos quedamos estúpidamente agarrados, en los que intenté retenerte un rato más... en los que hablabas y te alejabas poco a poco hasta que nuestros brazos no dieron más de sí...
Aquellos segundos hicieron que la fresca noche se tornara día.
Las mariposas de mi estómago volvieron a despertarse de su letargo.
Sentí el rubor ascender con demasiada premura.
Y el rosal brotó con fuerza.
No pude parar de sonreir durante el resto de la velada.
Y fue la primera de muchas noches en las que conciliar el sueño fue imposible.
Aquel sabado, 20 de marzo, comenzó todo.
domingo, 20 de marzo de 2011
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