Hoy, aburrida en el tren, recordé el primer San Valentín que celebré.
Me escribieron una carta y la dejaron en el buzón de mi casa. Mi madre recogió el sobre y me lo dió.
No recuerdo nada a pesar de que la leí un trillón de veces. Y venía acompañada de un regalo, pero tampoco recuerdo nada.
Los años han ido pasando y poco a poco dejé de regalar nada comprado por este santo tan absurdo en el que se aprovechan de los sentimientos de las personas para hacer caja. Prefiero pensar eso a pensar que hemos llegado al punto de no saber expresar lo que sentimos por alguien si no es con algo material.
Admito que yo misma he hecho regalos por San Valentín. El primero, que correspondió a aquella carta, fue un llavero muy peculiar y otra carta.
En los últimos años, sin embargo, he decidido expresar lo que siento este día con un postre casero.
Pero cualquier día haré lo mismo aunque no sea mediados de febrero ni el día del amor. Porque yo celebro que estoy enamorada con cada beso que le doy a mi pareja, con cada gesto, con cada cita. No necesito una fecha para corresponder a eso.
Tampoco me gustaría que mi pareja la necesitara.
Porque cualquier regalo es mil veces más agradecido si es desinteresado y en una fecha cualquiera sin señalar.
Sólo queda por añadir, que cada uno haga lo que crea oportuno.
Feliz día del amor.
lunes, 14 de febrero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario