Otra mañana que tengo más sueño que frio a la que camino hacia la parada del autobús pienso en lo bien que estaba hace apenas un rato dentro de mi cama.
Sin embargo esta mañana encuentro la cama vacía de nuevo al despertar.
El asiento del bus está tan condenadamente frío que doy un salto al sentarme por el sobresalto que me causa.
Tengo que correr para coger el primer tren.
Un señor desvergonzado se me adelanta y roba el sitio habitual en que viajo, así que tengo que sentarme al otro lado de la puerta que separa dos de los vagones del tren.
Consecuencia directa de lo anterior es que cada vez que alguien abre esa puerta, el sonido que arma se me clavaba en los oidos por encima de la música tenue que pongo en mis cascos. Y además, una oleada de aire frío matinal me golpea, impidiéndome a toda costa el sueño.
Llego a la estación donde trasbordo.
El tren me deja demasiado alante así que me confundo de dirección y tengo que desandar lo andado cuando me doy cuenta.
Subo las escaleras donde nos encontramos cada mañana... y recuerdo entonces que hoy no vendrás.
Me monto cabizbaja en el tren que me lleva a mi destino por fin y mientras leo el periódico siento cómo mis párpados van pesando cual persianas del hierro más pesado que puedas imaginar. A duras penas consigo aguantar el viaje, pero finalmente no puedo soportar el peso y caen durante la primera clase de la mañana.
Horas más tarde hasta la música se pone en mi contra, haciéndome sentir cada vez peor según avanzaban los minutos.
Me dedico a pensar en uno de los fines de semana más cortos mientras deseo que este lunes acabe lo antes posible...
Asco de lunes....
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