Encontré una estancia lúgubre en lo más profundo de aquel castillo rodeado por una fortaleza. Algo me decía que tenía que entrar allí por muy aterrorizado que estuviera, así que me armé de valor y me encaminé hacia el interior ignorando el olor a humedad que se pegaba a cada poro de mi piel.
Un suave rayo de luz se filtraba por algún resquicio en la parte superior, dando a la escena un aspecto aún más siniestro.
Allí estaba el motivo de tan largo viaje.
Dos grilletes hacen sangrar sus muñecas levantándola del suelo y otros dos la mantienen inmovilizada a la pared. Sus alas, antaño tan blancas que cegaban con sólo mirarlas, han quedado convertidas en un simple reflejo barato de lo que un dia fueron. Su cara está tapada por la cascada de pelo en la que se ha convertido su pequeña melena y por un momento me temo lo peor.
Me acerco hasta que mi rostro queda separado por apenas unos centímetros del suyo y puedo comprobar que afortunadamente sigue con vida.
Separo con cuidado el pelo que le cubre para poder contemplarla por fin. Levanto con cautela su barbilla. Ojos cerrados, labios entreabiertos invitándome a probarlos una vez más.
En un arrebato pasional poso con fiereza mis labios sobre los suyos, y nada ocurre. Desesperado, intento controlarme, respiro y lo intento de nuevo.
Tembloroso me aproximo y dejo que ella note mi aliento acercándose y al rozar con mis labios los suyos, su fuerza me derrumba hacia el suelo.
Sorprendido y aturdido levanto la cabeza y lo que veo me sorprende aún más que mi repentina caída.
Su cuerpo está bañado por aquella luz de la que me enamoré y toda ella parece haber recobrado la fuerza y la vida. Al clavar sus ojos en los míos comienza a luchar contra las sus ataduras.
Se impulsa hacia mí con tal fuerza que las cadenas rugen furiosamente. Se me nubla la visión pero soy consciente de cómo va desintegrandose bajo su fuerza todo aquello que la mantenía prisionera, que la estaba mermando y asfixiando.
Pierdo la consciencia en el momento en que la última de las cuerdas metálicas se quiebra y la veo....
Despierto al notar que ella posa sus labios sobre los míos. Me abraza suavemente mientras comparte su luz conmigo y me llena de calor.
Cubiertos por un blanco manto nos elevamos donde nadie más puede vernos y entonces me siento de nuevo en casa, en esa burbuja que creamos a nuestro alrededor y en la que sólo cabemos nosotros dos y no cabe nada sucio...
Son tres meses los que llevo volando contigo y el deseo de que nunca aterricemos se hace más grande a cada minuto que pasa. Admito que tengo un poco de miedo pero estoy dispuesta a afromtarlo y seguir rompiendo todos los grilletes. Por ti, porque te amo.
lunes, 4 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario