A los 11, el infierno.
A los 12, el primer beso.
A los 13, la confusión.
A los 14, la envidia.
A los 15, el desamor.
A los 16, la amistad.
A los 17, la hipocresía.
A los 18, el Amor.
A los 19, la perfección.
A los 20, la codicia.
A los 21, parada bajo la lluvia ella se pregunta porqué sus alas no responden. Puede sentirlas, palpitando suavemente ante la idea de tomar esa mano y volar.
Quizá lleve demasiado lastre, demasiadas cadenas inservibles aún atadas. Quizá esas puertas que cerró tenían rota la cerradura...
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