Tantas cosas que decir, que no se por dónde empezar.
Ese lazo, ese frágil lazo de suave seda del color más precioso que puedas imaginar puede deshilacharse en cualquier momento, o simplemente desatarse y ser llevado por el viento allá donde no podemos verlo. Es cierto que las cosas pudieran parecer más frágiles de lo que realmente son. Pero sólo diré tres palabras:
No quiero marcharme.
Cada dos tardes desde que empezó la época estival de este año 2010 hemos estado acortando esa distancia física porque los dos hemos querido que así sea y hemos puesto empeño en no cancelar ni una de esas tardes a pesar del calor, el mareo producido por el tren o el dolor de garganta de los últimos días.
Jornada tras jornada voy tachando los días en ese calendario, con la cuenta atrás para que el verano toque a su fin, marcando así el reinicio de la rutina estudiantil.
Sin embargo, a mi lo que me preocupa es algo más complicado de lo que crees.
Cierto es que no estoy acostumbrada a esa distancia, a sólo poder disfrutarte un día a la semana y sin embargo, eso puedo sobrellevarlo. Lo que me está costando asimilar más es porqué teniéndote en la misma habitación, a escasos cinco metros, das por hecho que no podré hablarte siquiera, cuando estamos dentro del mismo grupo de gente, si esa gente sabe sobre nuestro lazo.
Lo que realmente me preocupa, por extraño que parezca es precisamente eso, tenerte en la misma habitación y verte cada dia. No tener nada nuevo que contarte, porque lo vives al mismo tiempo que yo.
Sentimiento extraño, lo sé, pero sé de lo que hablo.
Igual que a tí el destino te ha puesto esta prueba de la distancia en otras ocasiones, lo mío es precisamente el contrario. Me ha quitado esa distancia y por tanto, el lazo se deshilachó. Y tengo miedo de que seas tú quien se vaya para no volver porque se harte. Porque no puedas respirar. Al mismo tiempo que me lo tengo a mí misma.
Creo que precisamente el verte poco me hace tener más ganas de ti. Hace unos meses me gustaba que llegaran los lunes, por verte, y al llegar allí me daba cuenta de que los lunes no tenías que ir, y entonces pasaba la semana esperando que llegara el miércoles, que aunque era sólo una hora, sí que al menos estabas.
Y sólo era verte, quizá intercambiar alguna palabra, y poco más. Pero para mí estaba bien.
Y ahora te preocupas porque no podrás prestarme toda la atención que te gustaría.
Dale la vuelta a la frase. ¿Realmente crees que yo sí que podré hacer lo propio?
Sinceramente... llevo todo el verano pensando a veces en que quizá te agobie, que a lo mejor está bien que no recibas noticias mías en el día que no me ves, ni siquiera a través de la red.
Sinceramente... lo que más miedo me da es que al no recibirlas, alguien te dé el cariño que yo no te doy, y desaparezcas para no volver.
Sé que todo esto es contradictorio, y lo siento, pero me está costando mucho encontrar el equilibro, y ahora que lo tenemos, Cronos se pone en nuestra contra exigiéndo preparación para cambiar este hábito.
La distancia hace el olvido cuando la permitimos que lo haga.
viernes, 20 de agosto de 2010
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