La historia se repite, con la única diferencia de que esta vez es a mí a la que le toca llevar el timón.
No quiero hacerlo, al fin y al cabo es un ser querido.
Intento aprender de aquellos que pasaron por esto antes, que tuvieron más valor del que considero tener yo ahora que ha llegado mi turno.
Nunca me ha gustado poner contra la espada y la pared a nadie, y esta vez me veo obligada a hacerlo.
Porque son sus intereses contra los míos y yo quiero llevar a cabo mis sueños. No me van a cortar las alas por esto.
Tiemblo cada vez que pienso en todo lo que puedo perder por ello, y sin embargo en el fondo no me importa, porque nunca hizo nada por mí.
Que hayamos llegado a ésta situación es exclusivamente gracias a su falta de interés.
Sé que lloraré y mostraré debilidad ante sus ojos, y sé que no debo hacerlo, pero mis nervios son traicioneros.
No lloraré por lo que está en juego, sino por impotencia.
Porque no es capaz de razonar ni de privarse de nada por otras personas.
Porque no quiere que me convierta en alguien.
Ahora sólo pido fuerza.
jueves, 12 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario