Veo esa marca del anillo en mi dedo. Una franja más blanca que el resto, recordándome constantemente todo lo que vivimos juntos. Todas las veces que reímos, que lloramos y que nos juramos amor eterno.
Y recordándome que ya nada de eso existe.
Sin embargo... quién me iba a decir que tumbarme en el cesped y maquinármelas para picarte iba a proporcionarme tal paz...
Y esa paz sería mucho mayor para ambos si dejaras de un lado el autocontrol.
Lamento haberme asustado cuando sólamente ibas a quitarme un trozo de hierba del pelo, pero sabes que nunca lo diré, aunque me muera de ganas de pedírte disculpas por ello.
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