Mientras despunta el alba, nos acercamos al suave límite del pecado.
Arriesgándonos a todo y a la vez a nada el mundo se detuvo para nosotros.
Sólo el cielo era consciente de lo que ocurría.
Eléctrico tacto, suave sensación.
Bloqueo absoluto de la mente, llueve desde dentro.
Miradas que se cruzan, ruborizadas, no ven más allá. Sólo existimos el uno para el otro, cubiertos por la suave burbuja de la privacidad y a la vez tan expuestos.
Enroscados cual serpientes con tacto aterciopelado, me descubres.
Corrían los temblores bajo mi piel. Estremecida, deseaba que me amases como nunca antes has amado.
El travieso tiempo, lamentablemente, no quiso jugar con nosotros.
La verdadera maravilla está en la permanencia de todo esto.
Porque, aun sin dormir, conseguimos soñar.
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