Siempre he creído que todas las personas tienen una llama interna que les caracteriza y diferencia de los demás. Inconscientemente, nos acercamos a esas personas con las que más calor creemos compartir, aunque luego a veces resulte no ser así. Eso creía, hasta que apareciste.
No sabría describir qué pasó la primera vez que te vi, pero ya me fijé en ti. Hice caso omiso pues en ese momento tenía otras cosas en mente y por eso no me acerqué.
Pasaron los meses y una mañana, al verte entrar por aquella puerta, tu luz se marchitaba. Te empeñabas en ocultarlo y poner sonrisas, pero no servia de nada. Te apagabas lenta e inexorablemente.
Entonces ocurrió. Sentí la necesidad de hacer algo al respecto o te apagarías, y no podía permitir esa derrota.
Pero cometí un error sin darme cuenta. Me absorviste. Me cautivaste al acercarme y ahora no encuentro el camino para alejarme de esa llama que poco a poco vuelve a ser la que parecía ser en un principio.
Algo en mi cabeza me dice que me aleje, que será peor si no lo hago, y algo dentro de mí me impide hacerlo.
Si...pero no.
Hacía mucho tiempo que no sentía esta sensación de tener que hacer que alguien no se apague. Y nunca había sentido tal necesidad, tal obsesión con ello.
Y me odio por convertirme en esto.
Y sin embargo no hago nada por cambiarlo. No quiero cambiarlo...solo quiero poder darte lo que no me permites.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario