Atardece y ella se encuentra en aquella habitación una vez más. La horrible mesa de madera la observa, esperando lo que va a suceder.
Algo dentro de ella lo sabe. Porque lo ha vivido otras veces.
Porque no es la primera vez que se encuentra alli.
Quiere correr aunque aún no encuentra la razón.
Corre. Corre. Corre.
No puede mover sus piernas.
Inmóvil, de repente atrapada allí.
Ya está acompañada. No hay escapatoria.
Comienzan entonces los gritos de medianoche ahogados en almohadas.
Comienza entonces la tortura. Una vez más ella se siente morir por dentro.
Desea que todo acabe, que se apague la luz, no salir de alli.
No hay esperanza para ella.
Abre los ojos y la luz de la luna la devuelve a la realidad. A la confortable cama. Al calor del hogar.
Pero el suave lecho está mojado de sus lágrimas y ella no puede parar de llorar...
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